Todo permanece en silencio, son las 5:00 de la madrugada y «la señora» se encuentra dormida. No estoy segura de saber cuál es mi nombre en realidad. Llevo un anillo grabado con el nombre de «Amalia» pero no se si es así como me llamo, pudo haber pertenecido a alguien en mi familia, tal vez a mi madre, a mi abuela, a alguna tía, no lo se. Tampoco se nada al respecto de mi familia sanguínea.
Convivo con la señora, una mujer alta de pelo cobrizo cuyos ojos azules intimidan, viste como si tuviera setenta años pero a juzgar por su cara considero que debe tener alrededor de cincuenta y pico. Como yo no le hablo, ella debe creer que tengo alguna clase de enfermedad, o que simplemente soy muda de nacimiento, pero lo cierto es que no quiero hacerlo, prefiero callar, ella me aterra, no es buena.
Me trata como si tuviese cinco años, y no deja de pronunciar la frase «soy tu mamá, a ver dilo, yo se que vos sabes que yo soy tu mamá» Pero se que no es así, ella no es mi madre, mi madre no me pegaría, no me torturaría como lo hace esa mujer.
Trato de averiguar sobre mi identidad, pero no logro encontrar nada, cuando la señora no está en la casa intento revolver cajones en búsqueda de algo, estoy segura que algo sobre mi tiene que tener, pero nunca encuentro nada, e incluso a veces llega y me ve revisando sus cosas y eso resulta peor para mi.
Tengo algunas marcas frescas por todo el cuerpo, y otras ya son cicatrices. Suele encerrarme en el closet y dejarme ahí toda la noche sin darme de cenar. Dice que soy una mala hija, que ella no se merece que me comporte de este modo.
Me peina dejando mi largo y lacio cabello negro suelto con algún moño a tono con lo que vista, y me hace vestir como si estuviésemos en otra época, cada día el vestido es diferente, pero ninguno sirve de nada, no vamos a ninguna parte, no conozco nada que no sea esa maldita casa.
Paso mis tardes en el jardín del fondo, balanceándome en una hermosa hamaca que cuelga desde la rama de un árbol. Es el único lugar donde me deja en paz cada tarde. Claro que no puedo acceder a él sin su permiso, la señora tiene una llave para cada habitación de la casa, las cuales yo no tengo permitido usar por mi cuenta.
Las pocas veces que me dejó dormir en mi cama, intente hacerle daño, pero nunca pude lograrlo, es más rápida, y la que termina herida soy yo. La señora no es buena, y quiere matarme.
Ya son las 6:00 de la madrugada, suerte que en este closet hay un reloj, aunque sea viejo, se conserva en perfecto funcionamiento. Mis ojos están irritados, pero no quiero dormir, me siento incomoda, el closet es pequeño y esta lo suficientemente lleno conmigo dentro.
Tengo hambre, y no tengo nada cerca para alimentarme, tampoco puedo salir de aquí, no tengo la llave claro. No puedo soportarlo más, la señora no es mi madre, ni nada mío, y no tengo por que estar viviendo con ella, me lastima, me hace mal.
Puedo ver a través de la cerradura como un cuerpo se acerca hasta el closet, introduce una llave y me deja salir.
-vamos, vamos, cambia esa cara, ve al baño a lavarte los dientes y ponte el vestido, eres un asco- dijo la señora con desprecio.
Sólo asentí con la cabeza y salí disparando al baño. Luego fui al comedor, tome asiento y comencé a almorzar, tengo tanta hambre que podría almorzármela a ella también.
-¿viste que buena madre soy no?, yo te quiero, mi niña, mi niña y de nadie más.- dijo con su cara de psicópata.
Me limité a mirarla con cara de pocos amigos. Pasaron las horas, llego la noche y como siempre, me volvió a encerrar. No sabía qué me perturbaba más si estar ahí dentro o estar junto a ella fuera.
Como todas las noches se acerco hasta la puerta del closet y comenzó a cantar la canción que me canta desde que yo era una beba, con el fin de volverme cada día más demente.
-duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá….-
Fingí un par de ronquidos como cada noche para que se marche.
Debieron de haber pasado un par de horas porque me quedé dormida, se ve que el sueño me ganó y quede frita contra el suelo del closet.
Para mi asombro la puerta del closet estaba abierta, y había una nota en la puerta que decía: «volveré enseguida, no hagas nada que me pueda molestar, se que no quieres que mami este triste.» Arranqué la hoja con odio. No me dediqué tiempo para almorzar, preferí comenzar a buscar algo que me interese antes de que la señora regresara.
Sabía que no podía haber nada en los cajones del mueble de la sala principal, ya había buscado allí antes, al igual que los muebles de madera del living, entonces fui a la habitación pero sus placares no tenían cajones, ahí fue cuando recordé la mesa de luz, me acerque a ésta e intente abrir el cajón, no pude, parecía estar cerrado con llave, ¿que raro no?. Me desesperé, las llaves siempre se las lleva ella, ¡¿como podría yo abrir ese cajón?! Corrí hasta la ventana para asegurarme de ver que todavía no volvía, cuando tropecé con una alfombra y me fui de boca al piso.
Me levante con cuidado, y puse la alfombra en su lugar, no sea cosa que se diera cuenta después que alguna cosa no estaba donde ella lo dejó. Fue ahí que ví que debajo de ésta había una pequeña llave. Me ilusione en que podría ser la llave de aquel cajón, pero, sería muy estúpido de su parte dejar esa llave ahí, tan a mi alcance. De cualquier modo, lo intente, y milagrosamente se abrió el cajón, guarde la llave en el bolsillo de mi pantalón pijama, y revolví todos los papeles que habían.
Encontré una carpeta negra de apariencia vieja, ya que sus bordes estaban algo rotos, la abrí, y allí había una fotografía mía de bebé, sabía que era yo, el lunar de mi mejilla se encontraba en el mismo lugar que en la foto, y los mechoncitos negros de pelo comenzaban a crecerme.
Leí rápidamente algunos papeles y fue uno de ellos el que captó más mi atención. Aquel decía lo siguiente:
Amalia María Prieto.
Nacida: 22-05-1983
Hijo/a de: Noemí Alonso (1943-1985) y Carlos Francisco Prieto (1930-1985).
Fallecidos debido a un choque en la ruta 63.
La tenencia de la niña le será otorgada a: Leticia Alonso.
Estamos en 1998, entonces debo tener 15 años, supongo. Y si Noemí era mi madre, esa tal Leticia seria mi tia, entonces ella debería tenerme o tal vez ¡la señora es Leticia! No podía entenderlo, ¿mi propia tía me maltrataría tanto?, luego de haberle fallecido su propia hermana, que no haría nada por ella, ¿cuidarme le costaba mucho?, era extraño. Continué con otra hoja.
Leticia Alonso.
Nacida: 06-11-1945
Hermano/a: Dos, Noemí Alonso (1943-1985), Olívia Alonso (1928-1985).
Hijo/a de: Constanza Guillermina Montero (1885-1959) y Alfredo Germán Alonso (1871-1962) Encargada de la custodia de la joven Amalia María Prieto.
Tel: 4586-3648
Abajo había una fotografía, de una mujer de pelo oscuro, tan oscuro como el mió, corto, y algo rizado. No parecía ser «la señora». Me guarde ese papel en mi otro bolsillo reduciéndolo a un bollito. Encontré al fondo del papelerío un documento, esta a nombre de una tal Olívia Alonso. Lo curioso es que había otro a su lado, pero estaba a nombre de Graciela Ibáñez, fue ahí cuando me sorprendí, la foto de ambos documentos eran muy parecidas, sólo que en el primero la mujer llevaba el cabello largo y negro resaltando sus gigantes ojos azules, y en el otro se encontraba una mujer de apariencia mayor, con pelo largo pero hasta los hombros, cobrizo, con unos lentes de lectura sobre los mismos ojos azules.
Al fin y al cabo era otra hermana de mi madre, pero, ¿por que me hacía esto?, además, ¿Por qué se dio por muerta? Así figuraba en el papel anterior. ¿Quién era ésta mujer?
Me acordé que en cualquier momento llegaría, cerré el cajón y me metí al closet.
Pasaron unos pocos minutos y llegó, sospecho un poco de que estuviera metida por mi cuenta ahí, pero al ver que todo estaba en orden y que otra cosa no podía hacer, no me dijo nada. Es más, como premio, me dejo salir al jardín, así que pase mi tarde ahí, planeando que hacer mañana.
Por suerte mañana era Martes, lo bueno es que todos los Martes ella se va temprano y tarda unas cuatro horas en llegar, no se a donde va, no me dice nunca sus planes y a mi ni me interesan tampoco, solo me interesa estar sola.
Llegó la noche, me encerró ahí dentro de nuevo y comenzó a cantar.
-duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá….-
Luego de un sueño ligero me despertó el sonido del teléfono, era muy temprano, pude ver a través de la cerradura como la señora se acercaba al teléfono y preguntaba quién era. Parecía ser equivocado ya que colgó de inmediato. Sacó de su bolsillo un conjunto de llaves y se acercó al cajón de la mesa de luz, me extraño por completo que no haya agarrado la llave que estaba debajo de la alfombra, ¿significaba que la señora no sabía de su existencia? De todos modos mejor así, ya que en ese preciso momento metí la mano dentro de mi pantalón y descubrí que yo tenía la llave, me sentí afortunada de que no haya buscado debajo de la alfombra, hubiese recibido otro de sus castigos.
Cerró el cajón y se dirigió al closet. Me abrió y dejo otra nota.
Se fue. No me gasté en leerla, no servía de nada.
Corrí al teléfono, feliz de que estuviera en funcionamiento, saqué el papel abollado de mi bolsillo, y marque aquél número que tenía escrito.
-¿Hola?- dijo una voz suave y dulce.
-Ho…Hola…- dije tímidamente, me extrañaba mucho como sonaba mi voz, no la había escuchado en meses.
-¿Si? ¿Quién habla?- preguntó confundida.
-¿Es...Esta ahí…Leticia?- dije nerviosa.
-Si, ella habla, ¿Quién es?- preguntó mas confundida aún.
-Soy…Soy yo tía…Amalia- comencé a no estar segura de lo que estaba haciendo.
-No se quien eres, pero esto es una broma de mal gusto jovencita- se alteró.
-¡Es enserio! Por favor, ayudame, ¡soy yo tu sobrina!- le implore.
-Es imposible, mi sobrina desapareció hace mucho tiempo, no es posible, no, no lo es.- contestó.
-Si lo es, tía por favor, no aguanto más, estoy conviviendo con Olivia y…- no pude terminar de hablar ya que Leticia cortó el teléfono.
Empecé a llorar. Si ella que era la única persona que me quedaba no me ayudaba, ya no tenía esperanza alguna. Corrí al closet y me encerré a llorar ahí dentro hasta sacarme todas las ganas, pasaron las horas y la señora volvió.
-Sal ya de ahí dentro, ¿¡quien te crees que eres para decidir donde estar todo el día!?- me grito.
Luego de unos cuantos golpes, me dejo en mi cuarto. Observe como agarro su cartera y se marchó, seguramente va a algún bar a emborracharse, como hace de vez en cuando.
Sin pensar en el dolor de las heridas, saqué de nuevo la llave de mi bolsillo, abrí el cajón y continué buscando alguna razón por la cual mi propia tía me tratara de este modo. Encontré fotos, parecían ser ella y mi madre, felices, juntas.
Mi madre estaba embarazada ya en algunas de las fotografías. Me guarde una, me hizo bien saber que tenía alguna foto con mi mamá, aunque todavía yo no saliera de su panza.
Encontré un papel, parecía un análisis, la fecha era vieja, bastante vieja, y estaba a nombre de Olivia. Ésta hablaba sobre que no podía tener hijos, supuse que sería un golpe muy duro para ella, pero, ¿tanto como para tratarme así a mi?
Seguí revisando, encontré otros papeles que no les entendí ni una palabra, después había una carta, de Leticia, pidiéndole perdón por lo que hacia, pero que no tenia otra alternativa, que internarla en un loquero seria lo mejor, de todos modos de vez en cuando la irían a visitar le prometió, y con algún permiso la llevarían de paseo si se portaba bien.
Parecía que la señora estaba peor de lo que pensaba antes de tenerme a mí como rehén.
Fue entonces que todo encajó como un rompecabezas. Ella estaba, y aún lo está: loca, vaya a saber cual fue la causa que despertó tanta locura con fin de convertirla en una psicópata. Pero ella no podía quedar embarazada, y mi madre si, ¿le tendría celos?, ¿acaso habría pasado algo con mi madre antes del embarazo, algún amor en común o algo por el estilo?, no lo se, a mi sólo me importa mi madre por supuesto.
Por qué habría de importarme ésta mujer si me volvía loca día a día, torturándome, haciéndome pedazos.
También recordé aquel papel que había leído la otra vez, la fecha de muerte de Olivia coincidía con la de mis padres, tanta casualidad junta me abrumaba, ¿será una de esas salidas que prometió Leticia a Olivia, y entonces en ésta se encontraban sólo mis padres, Olivia y yo dejando así a Leticia fuera del accidente, y logrando que ahora tenga un cargo en su conciencia?, Y si Olivia logro salir del accidente, y yo también, por que viva estoy por ahora, ¿Por qué se dio por muerta? ¿Acaso ella provoco el accidente, para matar a mis padres y quedarse conmigo? ¿Habría otra razón para cambiarse la identidad? Las preguntas me invadían, No sabía si estaba en lo correcto o no, pero tenía las suficientes pruebas de que la señora estaba demente, y que era una posible asesina.
Ya sufría demasiado yo conviviendo con ella, y sabía que en cualquier momento terminaría muerta a este paso. Es mi momento de actuar.
Regresó. Me miró, y luego miró su reloj, se había demorado tanto, que ya era de noche, otra vez.
-Ya es hora de dormir mi niña, vamos, vamos- me dejó dormir en mi cuarto.
Luego de arroparme, y cantarme la canción, se fue a su habitación. Pasaron las horas, me levante muy despacio sin hacer ruido. Mi mente no deja de pensar todas las posibles cosas que esta mujer pudo haberle hecho a mi familia y no deja tampoco de pensar en todo el daño que me hizo a mi.
Agarre mi almohada con firmeza y camine hasta su cuarto. Caminé hasta quedarme al lado de ella. Estaba profundamente dormida para mi fortuna, al parecer, el alcohol estaba de mi lado y la dejó adormecida.
Coloqué la almohada sobre su cara y presioné con fuerza con el fin de matarla. Ella se despertó pero prácticamente ya se estaba ahogando así que no pudo hacer mucho.
Entre bronca y lágrimas comencé a cantarle con todas mis fuerzas.
-Duérmete niño, duérmete ya-
La bronca aumentaba, los pensamietos eran cada vez más y mi fuerza se volvía incontrolable, deseaba vengarme.
-¡Duérmete niño, duérmete ya!-
De repente sentí una paz que me cubría al no sentirle respirar.
Tranquilamente fuí al closet y me recosté sobre el frió suelo tarareándome para mis adentros la que ahora parecía la más dulce canción.
♦(Anna D. L)♦